El mismo procedimiento esperando resultados diferentes.
Es del conocimiento de todos mis allegados el talento heredado y
cultivado que disfruto como pocos, la cocina. Esta vez era una simple tarea.
Había comprado una de esas cajas que vienen con la mezcla en polvo para
preparar unos brownies, que para los que no los conocen -si es que existe
alguien- son una especie de bizcochuelo, un tanto más elástico, de chocolate,
que es una de las meriendas o postres preferidos de los niños y los de nuestra casa no eran la
excepción.
La caja traía unas simples instrucciones de mezclar varios
ingredientes, agregar el polvo que venia en unas bolsas plásticas y unir la
mezcla, finalmente ésta se vertía en un molde y se llevaba al horno. ¿Qué tan
difícil puede ser? pensé. Pues así mismo logré hacer todo y coloqué el molde en
el horno. Transcurrido unos 20 minutos, un olor a chocolate quemado comenzó a
inundar mi cocina. Estaba confirmado, se habían quemado los brownies. Los
saqué, los corté y efectivamente tenían, la mayoría, una parte un tanto
quemada, la cual mis hijos obviaron y fueron devorándolos sin compasión.
Dos semanas después, todavía quedaban varias fundas de polvo para
hacer un nuevo intento, así que me animé a mi misma y me dije: ¡Esta vez quedarán
como debe ser! Procedí nuevamente a hacer la mezcla, preparé el molde y lo puse
en el horno. Mientras, di algunas vueltas por la casa recogiendo y ganando un
poco de tiempo, antes de poner la mesa para la comida.
Nuevamente un olor a chocolate quemado me despertó los sentidos ¡Se
volvieron a quemar! Saque el molde rápidamente y deje que se enfriaran para
cortarlos. Los coloqué en un plato y según fueron mis hijos llegando, se
mostraban alegres por el platillo tentador. Almorzamos y cuando tocaba el
postre, uno de mis hijos lo tomó y comenzó a comerlo. Iba dejando pequeños
pedazos y cuando terminó le pregunte, ¿están ricos? Me miro y me contesto
apenado –un poco quemados como siempre mami- ahí estaba su respuesta y más
sincera no pudo ser.
¡Como era posible! Por un momento me detuve y pensé, es que nos
pasamos la vida haciendo las mismas cosas exactamente y esperando resultado
diferentes. Que ilusa fui al pensar que era una cuestión de valorar el esfuerzo
y el cariño con que lo había hecho- no lo había votado por supuesto- pero aun
así no era como debía ser y él lo había expresado claramente.
Cuantas veces nos quedamos atascados en las misma forma de hacer
las cosas y más aún nos sentimos frustrados por no ser comprendidos, valorados
y hasta animados por el esfuerzo realizado, pero el hecho es que el resultado
sigue siendo el mismo.
Si definitivamente: no logramos tener una buena
comunicación con nuestra pareja; no concretizamos una rutina con nuestros hijos
que logre más organización y más tiempo libre; no alcanzamos un objetivo
trazado en nuestro trabajo o las metas siguen estando a la misma distancia
lejana de siempre, algo debe hacernos despertar. Algo debe decirnos que es hora
de revisarnos. Que debemos parar y reevaluar las estrategias, alejarnos para
ver el panorama completo y ver la pieza que falta, que probablemente siempre ha
estado en nuestras narices, pero hemos estado ciegos o aturdidos para no poder verla.
En ocasiones hasta tendremos que buscar a alguien más que nos ayude, con una
mente más clara, a buscar el error en las siete diferencias.
Es de sabios hacer paradas para admirar el paisaje y también recargar
el combustible para poder llegar más lejos.
¡Gracias Señor, porque tu sentido del humor y tu paciencia van más
allá de lo imaginable y nos contagias con ellas de vez en cuando para no
desesperar!
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